John 8

La mujer adúltera

1Y Jesús se fue al Monte de los Olivos
1 ss. Sobre la perícopa 1-11 véase Lc. 21, 38 y nota.
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2Por la mañana reapareció en el Templo y todo el pueblo vino a Él, y sentándose les enseñaba. 3Entonces los escribas y los fariseos llevaron una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola en medio, 4le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante delito de adulterio. 5Ahora bien, en la Ley, Moisés nos ordenó apedrear a tales mujeres. ¿Y Tú, qué dices?”
5 ss. Véase Lv. 20, 10; Dt. 22, 22-24; 17, 7.
6Esto decían para ponerlo en apuros, para tener de qué acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir en el suelo, con el dedo. 7Como ellos persistían en su pregunta, se enderezó y les dijo: “Aquel de vosotros que esté sin pecado, tire el primero la piedra contra ella”. 8E inclinándose de nuevo, se puso otra vez a escribir en el suelo
8. Según S. Jerónimo, esta actitud podría recordar a los fariseos el texto de Jr. 17, 13. En general se piensa que indicaba simplemente distracción o displicencia despectiva ante la odiosa conducta de aquellos hipócritas.
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9Pero ellos, después de oír aquello, se fueron uno por uno, comenzando por los más viejos, hasta los postreros, y quedó Él solo, con la mujer que estaba en medio
9. “Quedaron estos dos: la mísera y la misericordia” (S. Agustín).
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10Entonces Jesús, levantándose, le dijo: “Mujer, ¿dónde están ellos? ¿Ninguno te condenó?” 11“Ninguno, Señor”, respondió ella. Y Jesús le dijo: “Yo no te condeno tampoco. Vete, desde ahora no peques más”.

Jesús, la luz del mundo

12Jesús les habló otra vez, y dijo: “Yo soy la luz del mundo. El que me siga, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”
12. Esta imagen de la “luz” fue propuesta con motivo de la iluminación del Templo. El mismo S. Juan nos presenta esta altísima doctrina de cómo la luz, que es el Verbo (1, 9), es para nosotros vida (1, 4). Según el plan de Dios, el Espíritu Santo nos es dado mediante esta previa iluminación del Verbo.
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13Le dijeron, entonces, los fariseos: “Tú te das testimonio a Ti mismo; tu testimonio no es verdadero”
13 s. Aunque Jesús no invoca generalmente su propio testimonio porque tiene el de su Padre (v. 18; 5, 31-36), todo profeta tiene un testimonio en su conciencia de enviado de Dios.
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14Jesús les respondió y dijo: “Aunque Yo doy testimonio de Mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde vengo y adónde voy; mas vosotros no sabéis de dónde vengo ni adónde voy. 15Vosotros juzgáis carnalmente; Yo no juzgo a nadie
15. Sobre este importante punto, véase 5, 22 y nota. Cf. v. 11.
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16y si Yo juzgo, mi juicio es verdadero, porque no soy Yo solo, sino Yo y el Padre que me envió. 17Está escrito también en vuestra Ley que el testimonio de dos hombres es verdadero
17. Véase Dt. 17, 6; 19, 15.
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18Ahora bien, para dar testimonio de Mí, estoy Yo mismo y el Padre que me envió”. 19Ellos le dijeron: “¿Dónde está tu Padre?” Jesús respondió: “Vosotros no conocéis ni a Mí ni a mi Padre; si me conocieseis a Mí, conoceríais también a mi Padre”. 20Dijo esto junto al Tesoro, enseñando en el Templo. Y nadie se apoderó de Él, porque su hora no había llegado aún.

Incredulidad de los judíos

21De nuevo les dijo: “Yo me voy y vosotros me buscaréis, mas moriréis en vuestro pecado. Adonde Yo voy, vosotros no podéis venir”. 22Entonces los judíos dijeron: “Acaso va a matarse, pues que dice: Adonde Yo voy, vosotros no podéis venir”. 23Y Él les dijo: “Vosotros sois de abajo; Yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo; Yo no soy de este mundo
23. Es como la síntesis de todos los reproches de Jesús a los falsos servidores de Dios de todos los tiempos: la religión es cosa esencialmente sobrenatural que requiere vivir con la mirada puesta en lo celestial (Col. 3, 1 ss.; Hb. 9, 12; 10, 22; 12, 2; 13, 15), es decir, en el misterio (1 Co. 2, 7 y 14), y los hombres se empeñan en hacer de ella una cosa humana “convirtiendo, dice S. Jerónimo, el Evangelio de Dios en evangelio del hombre” (cf. Lc. 16, 15). Es lo que un célebre predicador alemán comentaba diciendo: “El apostolado no consiste en demostrar que el Cristianismo es razonable sino paradójico. Solo porque lo ha dicho un Dios, y no por la lógica, podemos creer que se oculta a los sabios lo que se revela a los pequeños (Mt. 11, 25) y que la parte de María, sentada, vale efectivamente más que la de Marta en movimiento (Lc. 10, 38 ss.). Cf. Lc. 7, 23 y nota.
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24Por esto, os dije que moriréis en vuestros pecados. Sí, si no creéis que Yo soy (el Cristo), moriréis en vuestros pecados”
24. En vuestros pecados: El v. 21 se refiere, en singular, al pecado por excelencia de la Sinagoga, que es el de incredulidad frente al Mesías (cf. 16, 9; Rm. 11, 22). Aquí muestra que, cometido aquel pecado, los demás pecados permanecerán también. Es como una tremenda condenación en vida, que Jesús anticipa a los hombres de espíritu farisaico.
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25Entonces le dijeron: “Pues ¿quién eres?” Respondioles Jesús: “Eso mismo que os digo desde el principio
25. Algunos traducen: “Ante todo, ¿por qué os hablo?” Preferimos nuestra versión, según la cual Jesús muestra a los fariseos que ya no necesita repetirles la verdad de su carácter mesiánico: se lo ha dicho muchas veces, y ellos no quieren creerle. Cabe aún otra versión, cuyo sentido sería: Ante todo, ¿si Yo no fuera el Mesías, acaso os hablaría como os hablo?
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26Tengo mucho que decir y juzgar de vosotros. Pues El que me envió es veraz, y lo que Yo oí a Él, esto es lo que enseño al mundo”. 27Ellos no comprendieron que les estaba hablando del Padre. 28Jesús les dijo pues: “Cuando hayáis alzado al Hijo del hombre, entonces conoceréis que soy Yo (el Cristo), y que de Mí mismo no hago nada, sino que hablo como mi Padre me enseñó
28. Anuncio de la crucifixión que va a abrir los ojos de muchos. Efectivamente, después de la muerte de Jesús (Mt. 27, 54; Mc. 15, 38 s.; Lc. 23, 47 s.) y en particular después de la venida del Espíritu Santo, muchísimos creyeron en Cristo como testimonio del amor del Padre que lo enviaba, si bien la conversión de todo Israel solo está anunciada para cuando Él vuelva (Mt. 23, 39 y nota). Cf. 19, 37; 3, 14; 12, 32. De Mí mismo no hago nada : Admiremos el constante empeño de Jesús por ocultarse a fin de que toda la gloria sea para el Padre. Véase 7, 28; 12, 49 s.; Fil. 2, 7 s.
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29El que me envió, está conmigo. El no me ha dejado solo, porque Yo hago siempre lo que le agrada”. 30Al decir estas cosas, muchos creyeron en Él
30. No muchos fariseos (v. 21 y 24) sino muchos del pueblo judío. Estos comprendieron ese misterio de la sumisión filial y amorosa de Cristo al Padre, que aquellos no entendieron (v. 27).
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La verdad nos hace libres

31Jesús dijo entonces a los judíos que le habían creído: “Si permanecéis en mi palabra
31. Si permanecéis en mi palabra: Como si dijera: si mi palabra permanece en vosotros (15, 7).
, sois verdaderamente mis discípulos,
32y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”
32. La libertad de los hijos de Dios se funda en la buena doctrina (v. 31). La vida eterna es conocimiento (17, 3). Cf. 2 Co. 3, 17; St. 1, 25; 2, 12.
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33Replicáronle: “Nosotros somos la descendencia de Abrahán, y jamás hemos sido esclavos de nadie; ¿cómo, pues, dices Tú, llegaréis a ser libres?”
33. Los que replican no son los que creyeron (nota 30), sino los enemigos, que se dan indebidamente por aludidos, según se ve por lo que sigue. La falsedad de su afirmación es notoria, pues los judíos fueron esclavos en Egipto, en Babilonia, etc., y a la sazón dependían de Roma.
34Jesús les respondió: “En verdad, en verdad, os digo, todo el que comete pecado es esclavo [del pecado]
34. Del pecado: falta en varios códices y no agrega, antes quita, fuerza. El hombre liberado por la verdad de Cristo (32) es espiritual (Ga. 5, 16) y no peca (1 Jn. 3, 6 y 9). El carnal es esclavo, porque no es capaz de seguir su voluntad libre, sino que obra dominado por la pasión (Rm. 7, 23).
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35Ahora bien, el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo queda para siempre. 36Si, pues, el Hijo os hace libres, seréis verdaderamente libres. 37Bien sé que sois la posteridad de Abrahán, y sin embargo, tratáis de matarme, porque mi palabra no halla cabida en vosotros. 38Yo digo lo que he visto junto a mi Padre; y vosotros, hacéis lo que habéis aprendido de vuestro padre”
38. Ese padre es el diablo (v. 44), y sus hijos son mentirosos y maliciosos como él.
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39Ellos le replicaron diciendo: “Nuestro padre es Abrahán”. Jesús les dijo: “Si fuerais hijos de Abrahán, haríais las obras de Abrahán. 40Sin embargo, ahora tratáis de matarme a Mí, hombre que os he dicho la verdad que aprendí de Dios. ¡No hizo esto Abrahán! 41Vosotros hacéis las obras de vuestro padre”. Dijéronle: “Nosotros no hemos nacido del adulterio; no tenemos más que un padre: ¡Dios!” 42Jesús les respondió: “Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais a Mí, porque Yo salí y vine de Dios. No vine por Mí mismo sino que Él me envió. 43¿Por qué, pues, no comprendéis mi lenguaje? Porque no podéis sufrir mi palabra
43. Profunda enseñanza, según la cual, para comprender la Palabra de Jesús, hay que estar dispuesto a admitirla y a creer en su misión (véase 7, 17 y nota). Es la verdad que S. Anselmo expresaba diciendo: “Creo para entender”.
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44Vosotros sois hijos del diablo, y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Él fue homicida desde el principio, y no permaneció en la verdad, porque no hay nada de verdad en él. Cuando profiere la mentira, habla de lo propio, porque él es mentiroso y padre de la mentira
44. Sobre su obra tenebrosa, véase Mt. 13, 57 y nota.
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45Y a Mí porque os digo la verdad, no me creéis. 46¿Quién de vosotros puede acusarme de pecado? Y entonces; si digo la verdad, ¿por qué no me creéis? 47El que es de Dios, escucha las palabras de Dios; por eso no la escucháis vosotros, porque no sois de Dios”.

Nuevas diatribas de los judíos

48A lo cual los judíos respondieron diciéndole: “¿No tenemos razón, en decir que Tú eres un samaritano y un endemoniado?”
48 s. Los judíos: aquellos a que se refiere el v. 33, no los del v. 30. Nótese, cómo no teniendo qué responder, recurren al puro ultraje, cosa que Jesús les hace notar en el v. 49, con sublime serenidad. Cf. v. 59; 9, 34; 10, 39.
49Jesús repuso: “Yo no soy un endemoniado, sino que honro a mi Padre, y vosotros me estáis ultrajando. 50Mas Yo no busco mi gloria; hay quien la busca y juzgará
50. No busco mi gloria , dice el único merecedor de ser infinitamente glorificado por el Padre (v. 54). Antes había dicho: “No busco mi voluntad” (5, 30). Jesús obra en todo como un hijo pequeño y ejemplar, frente a su Padre. Se nos ofrece así como el modelo perfecto de la infancia espiritual, que es la síntesis de las virtudes evangélicas, el remedio de nuestras malas inclinaciones, y la prenda de las más altas promesas. Véase Mt. 5, 3; 18, 4; Lc. 10, 21 y notas. Hay quien la busca: Notemos la ternura de esta alusión de Jesús a su divino Padre. ¿Cómo no habla de glorificar Él al Hijo amado y al Enviado fidelísimo que así afrontaba los insultos, y hasta la muerte ignominiosa, por cumplir la misión salvadora que el Padre le confió? Véase 12, 28 y nota.
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51En verdad, en verdad, os digo, si alguno guardare mi palabra, no verá jamás la muerte”
51. Porque esa gloria (v. 50) que Jesús pedirá al Padre en 17, 1 consistirá precisamente en poder darnos vida eterna, es decir, librar de la muerte a los que guardemos su Palabra (17, 2 y nota). Sobre este misterio, cf. 5, 24; 6, 40; 11, 26; 1 Jn. 5, 13.
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52Respondiéronle los judíos “Ahora sabemos que estás endemoniado. Abrahán murió, los profetas también; y tú dices: “Si alguno guardare mi palabra no gustará jamás la muerte”. 53¿Eres tú, pues, más grande que nuestro padre Abrahán, el cual murió? Y los profetas también murieron; ¿quién te haces a Ti mismo?” 54Jesús respondió: “Si Yo me glorifico a Mí mismo, mi gloria nada es; mi Padre es quien me glorifica: Aquel de quien vosotros decís que es vuestro Dios
54. Si Yo me glorifico, es decir, si Yo me glorificase y fuese orgulloso, como vosotros pretendéis, mi gloria sería falsa. Es lo que Jesús ha establecido en 7, 18 y en el v. 53. “Mi Padre... que es vuestro Dios”: se identifica aquí la persona del Padre con Yahvé, el Dios de Israel. Cf. 7, 28 y nota; Mt. 22, 44; Sal. 109, 1.
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55mas vosotros no lo conocéis. Yo sí que lo conozco, y si dijera que no lo conozco, sería mentiroso como vosotros, pero lo conozco y conservo su palabra. 56Abrahán, vuestro padre, exultó por ver mi día; y lo vio y se llenó de gozo”
56. En las promesas que Dios le dio, presintió Abrahán el día del Mesías (cf. Mt. 13, 17; Lc. 17, 22; Hb. 11, 13). También los creyentes nos llenaremos un día de ese gozo (1 Pe. 1, 8). Cf. Mt. 8, 11.
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57Dijéronle, pues, los judíos: “No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?” 58Díjoles Jesús: “En verdad, en verdad os digo: Antes que Abrahán existiera, Yo soy”
58. Yo soy: presente insólito, que expresa una existencia eterna, fuera del tiempo. Cf. Jn. 1, 1 y Hb. 9, 14, donde la divinidad de Jesús es llamada “el Espíritu eterno”.
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59Entonces tomaron piedras para arrojarlas sobre Él. Pero Jesús se ocultó y salió del Templo.
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